Recordando Spider-Man: Un nuevo universo (2018)

Con ocasión del estreno de Spider-Man: Cruzando el MUltiverso, recuperamos la reseña de su primera entrega en el Daily Bugle: Edición Cine, publicada originalmente en Marvel Age #37 (enero de 2019): 

Cuesta entender que el cine de animación le cerrara durante tantos años la puerta a las adaptaciones superheroicas, máxime cuando éstas reinaban en imagen real y desde mucho antes en la propia animación doméstica y televisiva, pero tras Big Hero 6, Batman: La Lego película y Teen Titans go! no puede decirse que Spidey las haya abierto. Sí ha sido el primero en hacerlo directamente desde el cómic, sin tratar de ocultarlo ni parodiarlo. Aun así, catorce años después del sentido homenaje de Los Increíbles, tampoco parecía una diferencia tanto creativa como de mera propiedad intelectual, lo que no iba a marcar ninguna diferencia perteneciendo Marvel a Disney y DC a Warner. Y sin embargo, lo ha cambiado todo.

Encontramos alguna pista más en la ficha técnica, desde las raíces en la animación de Avi Arad y la visión estratégica de la franquicia de Spiderman por Amy Pascal, como productores, a encontrarnos al cocreador de Miles Morales y antiguo puente entre Marvel Comics y Marvel Studios, Brian Michael Bendis, como productor ejecutivo. Encabezan el cartel los productores Phil Lord y Christopher Miller (La Lego Película), que han supervisado todo el proyecto desde su concepción, en principio con miras a dirigirlo, pero dada su congestionada agenda, acabaron haciéndolo Bob Persichetti (El Principito), Peter Ramsey (El origen de los guardianes) y Rodney Rothman (guionista de Infiltrados en la universidad, que a su vez dirigieron Lord y Miller), con guion de Lord y Rothman a partir una historia de Lord. Habida cuenta de su carácter colectivo, es muy significativo que Lord y Miller rechazaron inicialmente el proyecto por haberse contado ya demasiadas veces la historia de Spiderman, hasta que los atrajo el personaje de Miles y las posibilidades que abría la idea de explorar diferentes universos.

El anuncio de la película, en 2015, coincidió efectivamente con el evento original de “Universo Spiderman”, cuya repercusión sobre la explosión de la franquicia arácnida y en particular sobre sus versiones animadas, tanto televisiva en el canal Disney, como ahora cinematográfica con Sony, no ha parado de agigantarse desde entonces. Sobre todo considerando que derivaría de la colaboración de Dan Slott en el videojuego Spider-Man: Shattered Dimensions, de 2010. Más aún, coincidió también con la mayor crisis dimensional de la historia de Marvel, las “Secret Wars” de 2015, con Miles preparándose para dar el salto al Universo 616, una barrera que había empezado a derrumbar unos meses antes una historia tan íntima como el Spidermen de Bendis. Y con todo lo que los lectores sabemos que implica introducir el legado de un icono de la talla de Spiderman, la resistencia tanto de los responsables de su franquicia cinematográfica como de su público a tocar su monolítica fórmula, el impacto de Miles en el cómic y ser la primera adaptación Marvel en explotar a fondo su Multiverso, adelantándose a las presumibles consecuencias de Vengadores: Endgame, es sólo una parte de su valor. Porque no se trata sólo del fondo de la adaptación, sino su perfecta sincronía con la forma.

La clave es explorar visualmente el lenguaje del cómic, rompiendo tanto con la estética cartoon que se le asocia habitualmente, como con el fotorrealismo de la animación por ordenador, en favor de un acabado “impreso” en falsa cuatricomía, pero que no se desenfoca como haría una lente para crear el efecto de profundidad, sino que pierde el registro de color como una página mal impresa, añadiendo contornos pintados a mano fotograma a fotograma sobre la animación digital y rebajando la tasa de refresco de Miles hasta que controla sus poderes, a 12 fotogramas por segundo en lugar de los habituales 24. Una imperfección buscada pero tremendamente compleja de producir, hasta el punto de requerir el mayor equipo de animadores de la historia de Sony Pictures Imageworks.

Más allá de la reconstrucción, esa cercanía al original permite extrapolar los recursos narrativos del cómic con una literalidad imposible en anteriores experimentos en imagen real. Incluso argumentalmente, articulando todo ese torrente visual sobre la experiencia sensorial del sentido arácnido, al igual que los mismos Phil Lord y Chris Miller montaron toda La Lego Película sobre los límites de una hoja de instrucciones. Elevado además a la sexta potencia, incorporando cada versión de Spiderman su propia estética originaria, sobre la base estilística como anfitriona de la creadora gráfica de Miles, Sara Pichelli, oscura y vibrante cuando toca, más estilizada que caricaturesca, pero sin buscar homogeneizar un tono neutro sino recreándose en los picos anime de Peni Parkerfunny animal de Spider-Ham o expresionista de Spiderman Noir, el año que Nicolas Cage interpretó a Superman y el Trepamuros. A destacar la exquisita reconstrucción de sus respectivas cortinillas de presentación, gag y tributo a la vez. No por nada, los animadores se reunieron con el equipo de Spider-Gwen al completo, Jason Latour, Robbi Rodríguez, y Rico Renzi, además de Bendis y Pichelli. Más un desgarrador préstamo de Daredevil: Amor y Guerra (junto a un exquisito poster de Bill Sienkiwicz) que no sólo redondea al villano, sino que posiblemente se retroalimentara con el argumento de Spidermen II.

La coralidad es sólo promocional. Desde abusar de un exceso de villanos comparsa, directamente doloso al reducir  a Norman Osborn en un sicario, y una mayoría de Spidermanes insertados como meros recursos cómicos. Si bien, su diversidad abre la cinta a todo tipo de público, sirve para diseccionar las distintas facetas del icono arácnido, como los Guerreros Araña del cómic, y traza finalmente entre sus puntos en común la mejor definición de Spiderman desde Amazing Fantasy #15 USA: no era el poder y la responsabilidad, sino su cualidad de ser un héroe esencialmente falible, que cae, pero que siempre se levanta. El villano realmente es un catalizador, pero el verdadero conflicto es el de un Hombre Araña que aún no se atreve a caerse, Miles, que por ello no ha asumido aún sus poderes; y otro tan derrotado que ya no quiere volver a levantarse, Peter Benjamin. Con el metachiste de referenciarlo desde sus dos anteriores sagas fílmicas: Tobey Maguire sería el Spiderman que no renovó sus votos (incluso se plantearon usar su voz), y por extrapolación, Andrew Garfield sería el “Peter Ultimate” al que mataron. Incluso sus edades en la película encajan con la cronología de sus respetivas sagas, de haber continuado hasta la actualidad. Por eso ambos son alternativos. Siempre aparecerán un clon o un demonio para evitar que el Spiderman principal envejezca, y como icono nunca morirá. Pero la última vez que alguien dibujó un Spidey maduro y con barriga, surgió “Tierra-X”, el futuro de una Marvel que nunca llega, pero acecha a la vuelta de cada página. La mera existencia de Miles le impulsa en el mismo sentido, ahora también en el cine. Porque Spider-Man: Un nuevo universo no es una película de orígenes, sino de legado. En primer lugar el de la propia Sony, que se reivindica a sí misma sobre su propia herencia.

John Mulaney (Spider-Ham), Liev Schreiber (Kingpin), Jake Johnson (Peter B. Parker), Shameik Moore (Miles Morales), Hailee Steinfeld (Spider-Gwen), Nicolas Cage (Spider-Man Noir) y Kimiko Glenn (Peni Parker).

 

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