Doctor Extraño: Las puertas de la percepción

Retomamos nuestro repaso por las reseñas del Daily Bugle: Edición Cine, saltándonos su habitual orden cronológico para aprovechar el reciente estreno de Doctor Strange en el Multiverso de la Locura, y recuperar nuestras primeras impresiones sobre su primera entrega en Marvel Age #12 (diciembre de 2016):

“Es para partirse”. Aldous Huxley nunca debió imaginar que su ensayo sobre los efectos psicotrópicos de la mescalina, The doors of perception (1954), protagonizara sesenta y dos años después el ahora tan celebrado cameo de Stan Lee, por entonces aún un desconocido. La conexión cobraba sin embargo mucho más sentido una década después, a la luz de la contracultura de las drogas que surgía de los mismos campus universitarios estadounidenses por los que “El Hombre” predicaba la nueva Era Marvel. Si bien, se debía, como casi todo en Doctor Extraño, a su otro y mucho más discreto padre, Steve Ditko. Por más que él no pudiera estar más alejado de cualquier otro medio para alucinar que su desaforada fantasía, expandió igualmente la mente de sus asombrados lectores. Les abrió las mismas «puertas» que la banda musical The Doors, así bautizados en honor al tratado de Huxley, o que Pink Floyd, que por algo incluyó al Doctor en la portada de “A Saucerful of Secrets” (1968) y le nombraron en su tema Cymbaline (1969), al igual que T. Rex en Mambo Sun (1971).

Con tales antecedentes, puede sorprender que un compositor tan sólido como Michael Giacchino (Ratatouille) no pase del guiño a Pink Floyd de sintonizar Interstellar Overdrive (1967) a bordo del fatídico Lamborghini de Extraño, pero por el resto se ajuste a la estricta (y muy efectiva) funcionalidad marca de la casa. Acaso con algún eco a John Williams, como ya ensayara en Jurassic World, pero todavía muy lejos de sus fanfarrias, aceptemos que porque Marvel no quiere destacar ninguna parte de su Universo Cinemático por encima del todo. La propia melomanía setentera del personaje se queda en el lado festivo de la década (Feel so good de Chuck Mangione, Katmandu de Bob Seger), pero sin aventurarse por su cara oscura. Los blockbusters no dejan resaca.

Tilda Swinton, Benedict Wong, Rachel McAdams, Chiwetel Ejiofor, Mads Mikkelsen y Benedict Cumberbatch: Los Vengadores de lo Sobrenatural [foto: Matthias Clamer para Entertainment Weekly].

 

Tampoco se esperaba al Scott Derrickson de Sinister, ni aun reincidiendo con su guionista, Robert Cargill, porque no se trata de llevar el Universo Cinemático Marvel al terror, sino de traer la psicodelia de Ditko al espectador de Los Vengadores. Doctor Strange asume plenamente su condición de superproducción y de capítulo de una saga mayor. Y como tal, consigue dos objetivos tan aparentemente opuestos como expandirla exponencialmente y establecer para sí una entidad propia. Precisando que transcurriría en paralelo a La Fase Dos, como señala la presencia de La Torre de Los Vengadores.

La renovación del Universo Cinemático Marvel parte de convertir a los superhéroes, sin dejar de serlo, en un género contenedor de otros subgéneros. Y ahí es donde Derrickson convirtió El exorcismo de Emily Rose en una peli de juicios, precisamente sobre el conflicto entre razón y fe. Igual que Ant-Man se apoyaba en el cine de robos, el insospechado puente para traducir la magia a los anteriores códigos de ciencia ficción Cinemáticos es el wuxia, el cine oriental de artes marciales, aquí occidentalizado y con un barniz New Age. El Kung-Fu nunca estuvo muy lejos del Doctor Extraño, con Wong como su maestro, pero más para habilitarle en la lucha cuerpo a cuerpo que como el trasfondo de las propias Artes Místicas que representa en la película, sensei, dojo y apertura de mente incluidas. Los hechizos pasan a plasmarse físicamente como invocaciones de runas –la coreografía de una kata-, que dan acceso a energías de otras dimensiones, con un necesario botón de apagado en forma de inédito anillo doble y el Multiverso como premio. Un atajo que reduce al mínimo la necesaria exposición de conceptos en beneficio de la acción, en ese sentido, más en la línea narrativa del “bienvenido al desierto de lo real” de la primera Matrix, que del trueque sólo estético con Christopher Nolan, por colar a Batman en Kamar-Taj.

Antes del cisma: Daniel Drumm, Kaecilius, Tina Minoru y Wong en el cómic-preludio de la película.

 

Una nueva mitología que recorre, no obstante, cincuenta años de cómics, desde la iconografía de Steve Ditko (Dormmammu, la Dimensión Oscura, los viajes astrales) a recursos argumentales de Steve Englehart y Frank Brunner (el Libro de Cagliostro y los viajes en el tiempo) y el tono de El juramento de Brian K. Vaughan y Marcos Martín, de cuyas páginas saltan directamente al quirófano el rehabilitado Nicodemus West, e indirectamente Christine Palmer, enfermera ascendida a Doctora de Noche, aunque reemplazando a la Linda Carter que recuperara Brian Michael Bendis para Daredevil en 2004 y adoptara Extraño, por su compañera de la serie original de los setenta, que incorporara asimismo aquel año Roberto Aguirre-Sacasa a Rondador Nocturno. A la espera de Roger Stern para que se interrelacione con el resto del Universo Cinemático.

La avalancha de guiños saciará al fan más hambriento: la Vara de Watoomb (¿y el Ojo de Avalon?), una alusión al Tribunal Viviente, la dirección exacta del Sancta Sanctorum y por supuesto la Capa de Levitación y el Ojo de Agamotto, ascendidos instantáneamente a iconos universales. Y reduciendo, de paso, la cuenta pendiente de Gemas del Infinito a la del Alma. Más la presencia entre los hechiceros de Daniel Drumm y el Maestro Hamir, sin aludir respectivamente a su hermano Jericho o a que sea padre de Wong, y reconocer además quien haya leído el cómic Preludio a Tina Minoru, la madre de Nico de los próximamente televisivos Runaways, y su Báculo del Elegido. Y la gran pregunta: ¿si Mordo lleva en sus botas los Vapores de Valtorr, para poder acompañar a Extraño en su parkour místico por la Nueva York Espejo, significa que le huelen los pies?

Hay otros universos, pero no están en éste.

 

La adaptación del último pilar fundacional del Universo Marvel que quedaba por llevar al cine, con todo, no puede ser más libre. Cambia la edad y género del Anciano, reconvertido a viejoven, y directamente se reinventa a Wong y especialmente a Mordo, casi desde cero. Lo que lejos de puntuar negativamente, debería zanjar el debate de la legitimidad de actualizar los tópicos culturales más trasnochados, porque no sólo no tiene por qué estar reñido con la esencia de los personajes, sino que incluso puede mejorarlos. Sobre todo cuando la adaptación mantiene por lo demás sus raíces pulp, y cuenta con un reparto tan en estado de gracia que ha hecho los personajes totalmente suyos, aunque en parte vengan del guión y no del cómic. Muy destacadamente Benedict Cumberbatch, que puede haber humanizado al Doctor para hacerlo más cercano, pero ya se ha trasplantado en mi mente incluso a los cómics antiguos… aunque de tanto evitar los clichés asiáticos, se haya caído en un cierto anglocentrismo.

Extraño tenía que derrotarse en el fondo a sí mismo, aprender a sacrificar su propio ego. Por eso adopta tan descaradamente Kaecilius el esquema original de Mordo, originalmente su maestro, como obligado reflejo oscuro del héroe de toda película de orígenes. Acertando a desplazarlo al menos en el tiempo, para convertirlo en el precedente de en lo que podría convertirse, y ofrecerle incluso una tercera salida en la inédita figura de Pangborn, si optara por recuperar su antigua vida. Hasta alcanzar un espectacular desenlace que, sin renegar de la catarsis destructora Vengadora, se la salta para acto seguido deconstruirla. Aprovechando para subir el listón del Mercurio mutante, sin necesidad de reconocer el pique, y trascender la cosmología Cinemática en su primera entidad cósmica.

«El Juramento» (hipocrático) es para siempre.

 

Todo, en 115 contenidos minutos, la cinta más breve junto a las de Thor de Marvel Studios, pero en absoluto la más pequeña. Abrir, en suma, las puertas de la percepción de Marvel, sin salirse de la fórmula establecida.

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