Daredevil: Miedo a la oscuridad
Acompañamos la emisión de Daredevil: Born Again con nuestra reseña de la primera película del Diablo Guardián, de 2003, en la sección de Daily Bugle: Edición Cine de Marvel Age #39 (marzo de 2019).


Tres décadas sembrando licencias en el desierto dieron de golpe sus frutos tras la eclosión de X-Men (2000) y Spider-Man (2002). Comenzando por la secuela mutante, Hulk como tercer gran icono de La Casa de las Ideas, y Daredevil abriendo brecha más allá de los primeros espadas, sólo en 2003. Un personaje de clase media, no tanto editorialmente como en cuanto a su falta de tradición televisiva. No será porque no lo intentara, desde aquella sesión fotográfica en 1975, con la que Angela Bowie trató de impulsar la que hubiera sido la primera serie de imagen real de Marvel, Daredevil y La Viuda Negra, un año después de que compartieran cabecera en el cómic. A mediados de los ochenta, ABC encargó asimismo sendos tratamientos para un piloto animado de Daredevil a Mark Evanier (Dragones y Mazmorras) y otro en imagen real a Stirling Silliphant (El calor de la noche), que tampoco superaron la fase de guión. El mismísimo Frank Miller preparaba hacia 1987 un telefilme de origen, entre la miríada de proyectos que tenía en estudio New World cuando compró Marvel, que acabaría reconvirtiéndose en los dos primeros episodios de la miniserie de 1993, Daredevil: El hombre sin miedo, cuando Robocop se cruzó en su camino. Se estima que John Romita Jr. terminó de dibujarla en 1989, y de ahí que adoptara el traje negro y pañuelo que lució finalmente Rex Smith en el debut en imagen real de Daredevil, como estrella invitada ese mismo año del telefilme El juicio de El Increíble Hulk, a modo de fallido piloto encubierto para su propia serie, pero trazando un insospechado puente hasta el primer traje de la serie de Netflix.


La ruta hacia las películas vendría sin embargo desde la animación, vía el Uni- verso Animado de Avi Arad en los años noventa, con centro en el canal de Fox Kids. Y la transición hacia Marvel Studios, cuando Fox adquirió Marvel Films y New World en 1996, y con ellas, los derechos animados del Capitán América, Estela Plateada y Daredevil. Tan sólo testó la aparición del Diablo Guardián en la serie de Spiderman, como hizo con Blade, antes de adquirir también una opción sobre sus derechos cinematográficos en 1997. Se encomendó su desarrollo a la productora de Christopher Columbus, 1492, que ya estaba a cargo de Los Cuatro Fantásticos. Se conserva un tratamiento de guión de J. M. DeMatteis, que acababa de devolver al personaje a sus orígenes durante la Marvelution, sobre la base de otros dos borradores previos del director Carlo Carlei y el propio Columbus. Pero en un contexto tan inestable como la bancarrota de Marvel, el descrédito del mismo género tras Batman y Robin y Steel, y padecer la propia Fox en primera persona los batacazos de los telefilmes de Generación-X y Objetivo Manhattan (Nick Fury: Agent of S.H.I.E.L.D.), finalmente declinó ejecutar la licencia.


Esta vez Marvel no volvería a la casilla de salida. Un personaje tan improbable como Blade supo encontrar su propio nicho de género, y asumir en consecuencia una calificación “R” y un presupuesto mucho más modesto que las grandes producciones heroicas, para testar por fin la marca cinematográfica marvelita. El precio fue separarse del cómic, pero si había una obra concebida desde la viñetapara descender al lado más oscuro del género, con similar sustentoen los códigos del noir más algunas notas de misticismo oriental, era el Daredevil de Frank Miller. Que además servía de base entonces para el relanzamiento de la línea Marvel Knights, no por casualidad guionizada por un cineasta como Kevin Smith y que dibujaba Joe Quesada, como primer paso para conectar su inminente NeoMarvel con la nueva sensibilidad de las películas. Tan pronto como se liberaron los derechos de Fox, el propio Smith promovió su adaptación a través de Miramax, la división adulta de Disney, con Robert Rodríguez como director, Matt Damon de protagonista y él de guionista. Pero el cambio de ciclo del Dhampiro jugaría paradójicamente en contra de un proyecto demasiado modesto para las expectativas de Avi Arad de una producción de entre 60 y 70 millones de dólares de presupuesto, 30 más que Blade, mientras para Smith, “un ciego en mallas no requería de extravagantes efectos especiales”. Si bien existía otra lectura mucho más luminosa de Daredevil, antes de Miller, muy marcada por su cercanía visual con Spiderman. Y también mucho más costosa de trasladar a la gran pantalla, pero con el Trepamuros emergiendo por fin de su laberinto judicial en 1999, ofrecía laposibilidad de trasvasar espectadores y desarrollos técnicos de uno a otro, más unpunto de contacto no menor como el personaje de Kingpin, perteneciente al catálogo arácnido. Lo que explica que Sony descartara un lote de prácticamente todas las licencias que aún controlaba Marvel por 25 millones de dólares, pero adquiriera ambos héroes urbanos por entre 7 y 15 millones, dependiendo de la fuente. Sorprende, si Daredevil iba a ser una superproducción, que se eligiera porprimera vez en la historia del género como director y guionista a Mark Steven Johnson, con tan solo un drama de época, El inolvidable Simon Birch (1998) y los libretos de ambas entregas de Dos viejos gruñones (1993 y 1995) en su haber. Pero compartía su condición de fan con el Sam Raimi de Spider-Man, hasta el punto de haberse postulado ya para aportar ideas al libreto de Fox, y de hecho, se le ha-bía vuelto a rumorear como director durante el proyecto de Miramax. Y cuando Marvel y Sony rompieron su acuerdo a causa del material de acompañamiento para la película en internet, fue el propio Johnson quien le presentó el proyecto a la definitiva New Regency, cuyas producciones distribuye Fox, cerrando el círculo en un momento mucho más proclive para los superhéroes.


Una cantidad sin precedentes de guiños al cómic da fe de que Johnson es uno de los nuestros, pero de poco valen todas esas referencias a múltiples autores, incluyendo los cameos de Kevin Smith y Frank Miller junto al ya habitual de Stan Lee, o reconstrucciones literales de portadas y escenas, referencias, cuando no aportan nada argumentalmente a una película que ya abarca más cómics de los que puede. Un grandes éxitos de “El Hombre sin miedo” y la primera etapa de Miller, más algunas semillas de “Elektra lives again” y “Born Again”, tan sincero en su homenaje como vacío en su adaptación, desde un libreto excesivamente ambicioso y esquemático a un tiempo, a un cásting en el que los actores casi siempre tapan a los personajes, salvando el Matt adolescente de Scott Terra y el Foggie de Jon Favreau, en su trascendental encuentro con el equipo de Marvel Studios.


Avi Arad logró finalmente sus 78 millones de dólares de presupuesto, 3 más que X-Men y el doble de Blade, pero aún la mitad de Spider-Man, sin alcanzar el nivel de producción de este ni el margen de movimientos de aquel. El trágico romance de Matt Murdock y Elektra se reduce a un mero malentendido y su enfrentamiento con Bullseye y Kingpin a un videojuego de plataformas, inconsistentemente ligero y tenebroso a un tiempo. Con aciertos puntuales como el convincente retrato de la invidencia desde los mismos títulos de crédito y, en particular, del sentido del radar, que no pueden evitar la caída de un antihéroe sin causa, que reserva para el desenlace la venganza que debería motivar en primer lugar su cruzada. Para llegar a una inconsistente redención final en la que nunca nos han convencido que hubiera nada que purgar. El género perdió durante años la batalla por la clase media, dividiéndose radicalmente entre superproducciones y subproductos. Pero los personajes de culto esperan entre medias a que la revolución digital vaya rebajando progresivamente sus costes para colarse entre sus grietas.
- 14 mar. 2025
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